"Al momento de escribir este artículo Alberto Fujimori lleva casi cuatro años en el poder", se lee en la página 98 de Historia escrita (Traducción de Laura Emilia Pacheco. México: Plaza y Janés, 2001, 184 páginas) de la periodista mexicana Alma Guillermoprieto. Al momento de redactar este post, en cambio, Fujimori estuvo más de diez años al frente del Perú, fue reelegido dos veces presidente en elecciones generales, vive exilado en Japón, y, desde el 11 de junio de 2001, espera que de un momento a otro llegue el agente de Interpol que lo arreste porque media en su contra una denuncia del Congreso peruano por crímenes contra la humanidad. El paso del tiempo entre los acontecimientos narrados y analizados y el momento de su lectura es tal vez el rasgo más característico del libro periodístico, en el sentido más mejorativo que pueda darse a este adjetivo equívoco, que es Historia escrita. Por cierto, comparte este rasgo con muchos libros; más con aquellos que pueblan las mesas de saldos que con aquellos que despueblan las de novedades. El restricto género al que pertenece es la reflexión sobre el pasado reciente. Es decir, la historia antes que la futurología, el gusto por el pasado antes que por erigirse en orientación sobre los rumbos de una actualidad esquiva aun a las profecías más sabias.
"Si me atrevo a ofrecer a los lectores los textos que conforman este libro", dice Guillermoprieto en la "Introducción" (p.5), es para "recrear" a los "actores políticos de nuestra época". Una época, la nuestra, que está definida en términos temporales amplios. De su pentagonía, Marcos, Evita, El Che, Fidel y Vargas Llosa, la abanderada murió en 1952 y el guerrillero fue asesinado en 1967. En estos dos últimos casos, los artículos que Guillermoprieto propone ganan su actualidad porque se trata de notas bibliográficas (de 1996 y 1997) que reseñan obras, cinematográficas y biográficas, dedicadas en la década de 1990 a biografiar a esas dos personas argentinas exportables par excellence. El artículo sobre Fidel es también ampliamente informado y bibliográfico.
La extensa reseña de 1994 de la autobiografía de Mario Vargas Llosa, El pez en el agua, es una de las mejores piezas que se hayan escrito sobre el exitoso novelista y fallido candidato presidencial peruano. Desde el punto de vista político, sin embargo, despertará, inevitablemente, sonrisas en algunos lectores profetas del pasado, sobre todo cuando Guillermoprieto explica, con las razones más plausibles que se conseguían en 1994, cómo no se debe hacer campaña política en el Perú. Porque Alejandro Toledo acabó por ganarle las elecciones presidenciales peruanas, con el apoyo de Vargas Llosa, y un programa económico neoliberal nada desemejante, a un Alan García al que se había declarado muerto más allá de toda resurrección cardíaca.
Los dos artículos sobre el zapatista Marcos demuestran parejos poderes analíticos, aunque casi todo lo que se dice aquí puede leerse, es cierto que menos condensadamente, en otros lados. Tampoco puede reprochársele a su autora todo lo ocurrido después, como que ya estemos del otro lado de esa larga marcha sobre México DF cuyo anuncio es el gran interrogante de la página 181 y final del libro.
La traducción española de una obra tan latinoamericana escrita en inglés, que avanza desde el Cono Sur hasta México, eligió la vía de un lenguaje al mejor estilo MTV latino, reconocible por todos y no filiable por nadie. A veces, sin embargo, no tan reconocible, por imperio del anglicismo: se llama "deuda exterior" a la deuda externa, "confederaciones laborales" a los sindicatos; hay otros desafíos a la inteligencia del lector. También hay descuidos: Miguel Gutiérrez Correa (p. 83) se convierte en la misma página en González Correa, etc.
En suma, a favor de Historia Escrita obra en primer lugar el valor intrínseco del libro, pero no su actualidad. En segundo lugar, su muy razonable extensión, que permite a quienes no leen o no coleccionan The New York Review of Books tener entre dos tapas y en latino una útil antología de temas hispanoamericanos, ellos sí de actualidad en sentido amplio, desde una no menos razonable posición liberal.
Javier de Pablo
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