Marie Claire y Hilary Mantel, Meera Syal y Vogue, The Guardian y Daily Telegraph no pueden equivocarse todos juntos: el debut de Monica Ali es un gran libro, una golosa transfusión de sangre para la exangüe novela inglesa. El de estas autoras y estas publicaciones es un consenso más bien monódico, sin esas polifonías de voces que se separan en los detalles para confluir en el torrente de elogios. Todos coinciden en que Brick Lane (Londres: Doubleday, 2003, 492 páginas, reeditada desde entonces) es la gran novela de la inmigración asiática. Y como los inmigrantes no son anémicos, de esa premisa se deducen todas las virtudes sanguíneas del libro de Ali.
La anécdota que está en el origen de Brick Lane es una que se ha leído y visto en libros y films desde que el feminismo existe. Sólo varían la toponimia y la onomástica. En este caso es el East End de Londres (la toponimia no varió), y una joven bangladeshí para la cual su familia arregló un casamiento. De esta consigna un tallerista literario aplicado, sin levantar la cabeza ni espiar la hoja del vecino, escribe una buena novela, y Monica Ali hizo eso.
Brick Lane fue saludado como el retorno a Dickens, a la sólida tradición realista del siglo XIX, a los conflictos de familia y trabajo en una ficción que los descuidaba. Pero el libro es muy diferente de A Suitable Boy del indio Vikram Seth, que sí podía reclamarse del linaje evocado: una verdadera novela social, una novela de maneras, donde todos los estratos se encontraban y desencontraban, y donde la narración avanzaba desde el detalle empíricamente observable hasta el interior de las conciencias, y no a la inversa. Para Ali, que respeta la consigna de taller, lo importante no es el mundo visible, sino lo que ocurre en el interior de las cabezas de los protagonistas. Todo está contado desde los puntos de vista de los personajes, en un estilo indirecto libre de estricta observancia, salvo que no parece indirecto libre, porque Ali, aparentemente, no se da cuenta de que había otras posibilidades (faltó a esas clases del taller). Estilo es elección, pero Ali se conforma con la primera góndola, y no le interesa mirar el resto del supermercado.
Nunca importa para Ali the problem of other minds: de que sí existen está convencida. Esa convicción, esa dimensión mental de los inmigrantes está en la base del gusto británico por la novela de esta autora nacida en Bangladesh. Fue finalista del premio Booker 2004, que finalmente se llevó DBC Pierre con Vernon God Little, una sátira en el gusto Waugh-Amis (K.).
Como documento sociológico, Brick Lane es todavía más previsible que como texto literario: al inmigrante le cuesta adaptarse, pero cuando recibe dinero por su trabajo comienza a gustarle el país al que llegó, sufre los desgarramientos contrarios entre sí de la tradición y de la modernidad, finalmente se arraiga y puede disfrutar de lo mejor de dos mundos después de un doloroso proceso. Un “equipo de intelectuales” bangladeshíes presentó una virulenta carta a la editorial Doubleday pidiendo cortes y cambios en la novela; a Monica Ali le negaron una visa para visitar Bangla Desh, el país donde nació.
Javier de Pablo
3 comments:
me parece un comentario de acentuada misoginia, pero gracias, voy a comprar el libro, voy a leerlo.
Leí en Londres el libro de Monica Ali. Es un libro feminista. Por eso es muy extraño que Germaine Greer, verdadero icono del femenismo, se oponga a él con argumentos tan pueriles.
la nota es una verguenza
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